MI DESCUBRIMIENTO DE LA ESPAÑA PROFUNDA
Esta vez voy a hablar de mi primer destino profesional que en cierta manera me marcó, porque para mí, supuso un descubrimiento de la España profunda, la cual desconocía por haber estado viviendo en mi zona de confort.
Este primer destino, “Caracalejo del Monte", fue producto de haber superado unas oposiciones a Secretario-Interventor de Administración Local. Este primer destino no fue en principio de mi agrado ya que yo pedí otro que me molaba más. Pero cuál fue mi sorpresa que el que me molaba se lo dieron a una señora vasca por cinco décimas de punto. Eso me cabreó mucho muchísimo y le dije a esta señora que si yo hubiera pedido un destino en las Vascongadas no me lo hubieran dado por no saber vascuence.
Al fin llegó el día de incorporarme a mi puesto de trabajo. Aproximadamente unos quinientos metros antes de entrar en aquel sitio o pueblo, como ustedes quieran, vi un sitio o pueblo bastante grande lo que causó momentáneamente una buena impresión. Me encontré con un pueblo vacío. No había nadie por las calles pero tuve la grandísima suerte de que el Guardia Municipal me estaba esperando. Le pregunté por qué no había nadie por la calle, contestándome que era el día de la Romería del pueblo, ¡y eso que era lunes!. También me indicó que me estaban esperando en el recinto de la Romería. Me acompañó hasta el recinto y me presentó al Alcalde, al que luego describiré, y a un funcionario. Éste me presentó a unas señoritas y literalmente me dijo: ¡“Atáqueles que son deshecho de tienta”!. Esta forma de definirme a esas señoritas me sorprendió pero enseguida me di cuenta de por dónde iban los “tiros”.
Según Miquel Pascual Aguiló (Diario de Mallorca de 10 de julio de 2.015), “Se llama deshecho de tienta en el argot taurino al fenómeno en cascada por el que las reses rechazadas en una tienta, en vez de ir al matadero, son cedidas a un taurino cualquiera, que fundará con estas sobras una nueva ganadería. De los deshechos de ésta, asimismo, se surtirá un tercer ganadero, y así sucesivamente, rebajándose cada vez más la poca sangre brava que le queda para disgusto de los aficionados a los toros.”
Como mi actitud no era de “fresco” pero sí aire, igualmente por sorteo se me adjudicó a una de estas señoritas, que dicho con todo respeto, era la antítesis de la lujuria. Me seguía casi a todas partes, me traía el café a casa, etc… No piensen mal por lo del etcétera. Mi actitud era casta, pura y bienaventurada. A esta situación tuve que poner fin de la manera más inusual y aquello dio sus frutos. A partir de aquel momento, ríanse de la mirada láser de Superman.
Cuando entré en el Ayuntamiento dos días después, se me cayeron los palos del sombrajo. Fue como haber retrocedido cuarenta años en el tiempo. Aquello me sucedía en 1.983. Funcionarios vestidos de negro. La “calefacción” era un brasero de cisco que cada hora u hora y media avivaba el Alguacil.
Respecto al Sr. Alcalde, era una copia exacta de Cipriano Telera, personaje creado por el genial periodista y humorista D. José Antonio Garmendia. Si sentís curiosidad miradlo en Internet y así me ahorro describirlo. Era un hombre sencillo, honesto y recio, de cuando el PSOE era lo que era y no en lo que se ha convertido hoy en día, con un vocabulario de no más de doscientas palabras.
Pasaron los días y, ¡maravilla de las nuevas tecnologías!, los cortijeros de la Junta de Andalucía nos instalaron un FAX. Al poco tiempo vino el Alguacil a preguntarme qué era aquello, le contesté que era un FAX, a lo que me preguntó que qué era eso, le contesté que era un aparato que servía para enviar y recibir documentos escritos vía telefónica. Se quedó pensativo unos momentos y me dijo que cuando fuera a mandar un papel que lo avisara para ver pasar el papel por el tendido de las líneas telefónicas.
Y así pasaban los meses, los días y las horas…
Me buscaron una “pensión” por llamarla de alguna manera. Era una casa particular que alquilaba habitaciones dignas de una casa rural de hoy en día (absolutamente falso. Sólo por lo rural que era). La habitación que me asignaron estaba a la entrada de la casa y al atardecer pasaba el marido de la dueña con su burro a través de toda la casa hasta el patio. Yo flipaba en Technicolor o en Cinerama como el que había en Madrid. Le dije a la casera que quería ducharme a lo que me contestó que tenía que calentar el agua. Pensé que era lo que me esperaba y así pasó. Calentó el agua y la puso en un cubo con una alcachofa y una cadenita para abrirla. Cuando abrí aquello me cocí y con una manzana en la boca…, me podían haber servido en cualquier restaurante…
¿Continuará?...
AHÍ QUEDA ESO!!!
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