VOLVÍ A VIAJAR EN EL TIEMPO 40 AÑOS DESPUÉS...
Me
he resistido a redactar el segundo capítulo de “Caracalejo del Monte” pero,
entre algunas cosillas que me quedaron por relatar y el auge de las peticiones
llegadas a la revista pidiendo una segunda parte, han hecho que ceda gratamente.
…
Una vez que me cocí en aquella ducha del “Oeste”, el director de un Banco se
ofreció gentilmente a prestarme el cuarto de baño de su casa para aquel fin y
para no volverme a cocer. Aquello me supo a gloria y así lo fui haciendo hasta
que, un buen día, Cipriano Telera, perdón, el Sr. Alcalde, me dijo que me había
encontrado una casa. Yo, absolutamente contento, le pregunté que dónde estaba a
lo que me contestó: “En la calle Nueva” pero por lo que conozco, creo en el
cien por cien de los pueblos existe una “calle Nueva” que suele ser más antigua
que el resto de las calles.
Al
día siguiente me llevó a ver la casa y volví a viajar en el tiempo cuarenta
años atrás. Al salón sólo le faltaba una repisa con un paño de encaje y una
radio de lámparas para escuchar “el parte” o alguna de esas novelas a las que
prestaban su voz Pedro Pablo Ayuso y Matilde Conesa. Creo que más de uno o una,
como ahora hay que decir si no te tachan de machista, sabrá de esas novelas. En
fin… Ya tenía casa aunque estuviera sacada del túnel del tiempo. Con la
electricidad a ciento veinticinco voltios, su cuadra y el cuarto de baño en el
patio como debe ser.
“Caracalejo
del Monte” es un pueblo fronterizo de Andalucía con el país vecino, estaba
formada por dos viguetas de hierro, una a cada lado del arcén de la carretera,
unidas por una cadena. La frontera se abría dos o tres veces al año y venía
para “vigilar” un Inspector de Policía. Uno de ellos, aficionado a la cocina,
enseñó a las “habitantas” (jajajajaja) del pueblo a hacer un suflé de helado
recubierto de merengue y horneado. Las “habitantas” no daban crédito a lo que
veían y se preguntaban que cómo podía ser que habiendo metido el suflé en el
horno el helado no se hubiera derretido. A lo que el cocinero o repostero en
cuestión respondió que era puro arte (jajajajaja).
Una
buena tarde del mes de abril, con otro Inspector de Policía, fuimos al
extranjero, es decir, pared con pared, al pueblo cercano del país vecino a
comprar patatas, y acompañados de tres de las “deshecho de tienta”. A la
vuelta, el copiloto me dice ¡para, para,
para!. Una de ellas le preguntó que para qué parábamos. Él le contestó: ¡Vamos a copular! (por decirlo de una
manera más o menos elegante) y la misma dijo: ¿Ah sí, dónde?. ¡Que es
broma!. Nunca sabré si desilusionadas o no.
¡AHÍ
QUEDA ESO!
Por Aviador sin avío
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