miércoles, 26 de febrero de 2020

A DIESTRO Y SINIESTRO, I PARTE. CARRICALEJO DE LA SIERRA



PUSE REJAS EN LAS VENTANAS POR SI ACASO…

Esta vez me toca hablar de algo serio pero siguiendo con mis toques de humor. Se trata de mi tercer destino porque del segundo no podría hablar ya que sería demasiado evidente.

En fin… esta vez se trata de lo vivido en “Carrilejo de la Sierra”, continuando en la vida profunda, pueblo que no sé si llamarlo también Infierno o “Cutriferio de la Sierra”. Para empezar diré que allí funcionaban Izquierda Unida, los Verdes, etc… y la “extrema derecha”, mano a mano. He de decir que cuando me fui tenía el récord de permanencia.

Era un pueblo de unos dos mil habitantes con una población gitana del veinticinco por ciento. Vivía en una especie de gueto y entre otras hortalizas y frutales se cultivaba opio.

El Ayuntamiento, como en el noventa por ciento de los casos, cutre, obsoleto y con unos muebles casi del siglo XIX,  la máquina de escribir, una Olivetti Lexicon 80 con su mesa INVOLCA y todo, ¡aaaah! y una calculadora Olivetti de manivela con sólo las cuatro reglas. Última tecnología de los años cincuenta, ¡para echarse a temblar!. Como en otros destinos, había dos administrativos, dos de ellos con aspecto un tanto siniestro y dos Policías Locales, uno de ellos con más venas que una caja de huevas, es decir todo un bujarronaco, el cual gozaba con ese apelativo y al que luego también me referiré.

En cuanto al Sr. Alcalde, lo llamaré Cipriano Telera, al que me referí en mi anterior artículo pero de la gama más baja, no sé si era comunista convencido o no y con un vocabulario de menos palabras que las del Alcalde de mi anterior relato.

En cuanto a la peña que formaba el Pleno, eran casi del mismo calibre que el Alcalde, e incluso a veces más ruinmente bajo. Recuerdo sobre todo al hijo del Alcalde que cuando lo vi vez primera me vino a la mente aquel pelirrojo de la serie de TV “Érase una vez el hombre” que siempre hacía de malote pero éste, elevado a la enésima potencia. Del resto…, ni merece comentar, excepto de uno al que me referiré más adelante.

Al poco de empezar a trabajar me calificaron de “facha” y no sé por qué. Tenía entonces un Renault 5, vivía en una casa en el Barrio de Los Maestros vestía normal, bueno, con zapatos “Castellanos”, vaqueros “Lee” y en invierno me abrigaba con un “Loden” y yo me preguntaba ¿esta forma de vestir no es normal?, ¿que tendrán contra mí? (jajajajaja). Lo primero que hice cuando me dieron la casa fue poner rejas en las ventanas (por si acaso) e instalar una estufa de leña porque allí la mayoría de los inviernos nevaba, así como poner un fregadero y amueblarla.

Y así pasaban las horas y los días hasta que una buena mañana se me presentara el Sr. Alcalde en el despacho y me propusiera que para los trabajos del P.E.R. le hiciera un proyecto de un puente. No sabía si reírme a carcajadas o hacerme caca en toda su familia difunta. Me dijo que como era un tío “estudiao” que podía hacerlo porque además, era fácil, sólo había que poner unos tubos en la parte de arriba, tablas, echar cemento y asfaltarlo. Cuando terminó, directamente me hice caca otra vez en toda su familia difunta. Le dije que yo no era ingeniero, que era de letras (no de las de cambio) y que eso de calcular pesos, estructuras y todo lo demás no era lo mío, que yo era Licenciado en Historia y Diplomado en Derecho y en ninguna de esas dos facetas se estudia lo necesario para proyectar un puente.

Pasado algo de tiempo cambié de coche. Un Alfa Romeo 33 y yo, henchido de gozo, llegué al pueblo con él. A media mañana me llama el policía local bujarraco y me dice con ese tono característico cantarín: ¡Te he multaaaooo!, yo le dije: ¿Cooomooo? y me contesta que el coche tenía media rueda delantera izquierda pisando la raya amarilla, a lo que yo le dije:  ¿Has tenido una mala noche?, me contesta que en qué sentido y le dije: Ya sabes por donde voy. Quita el papelito del parabrisas y lo tiras. Si quieres me asomo y te lo digo en persona. Quitó el papelito tan rápido que ni pude verlo.

Otro buen día se me presenta en el despacho un concejal de IU (parece el gritito del SR. De El Tirol de Ahora Caigo). Me dice que se ha enterado de que soy Licenciado en Historia y que le gustaría que le prestara un libro de Historia de España. Le dejé un librito de Pierre Vilar sobre Historia de España desde la Prehistoria hasta los tiempos de Adolfo Suárez, de unas ciento treinta páginas. A los dos días vuelve y me dice que le ha gustado mucho pero que quiere algo que profundice más sobre la Guerra Civil Española. Le traje “La Guerra Civil Española” en tres volúmenes. Al día siguiente me trajo los libros diciéndome que aquello era demasiado para él. Por cierto, para definirlo solo habría que poner signos de admiración a sus apellidos, ¡Valiente Borrego!. Que es lo que era y quizás lo siga siendo, lo digo por sus apellidos sin signos de admiración. El tío se apellidaba así en serio.

¡AHÍ QUEDA ESO!
 Por Aviador sin avío



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